Le digo a una amiga hace unos días: «el 27 de abril cumplía años mamá». Mi amiga replica: «cumple años tu mamá». «Cumplía«, sigo pensando. Porque hoy no está. ¿O sí?
¿Podemos pensar que mi mamá está presente en todo lo que hago para recordarla? ¿Podemos pensar que está presente en mi lucha contra la violencia de género y en el documental que he decidido realizar para que toda esta mierda que he vivido sirva para algo? ¿Podemos pensar que Mariela, cuya partida nadie imaginó el 19 de julio de 2005, se fue para darnos una nueva lección –y no de inglés, en ese caso–?
Todo esto nos remite a la cuestión de la memoria. ¿Cómo recordamos a nuestras víctimas? ¿Qué hacemos desde lo subjetivo y desde lo social para sanar las fracturas en la empantanada tierra de nuestros recuerdos? ¿Cómo salir del pantano y empezar a sembrar un bosque en tierra fértil? ¡¿Cómo usar la mierda como abono, me he preguntado tantas veces?!
Sin dudas, me gustaría no estar pensando en cómo honrar a mi madre, una luchadora, una mujer argentina asesinada por querer decir «basta» –una más, de las que cada 32 horas mueren en la Argentina, víctimas de femicidios–. Ojalá estuviera soplando junto a ella las velitas de un rica torta por los 63 años que hoy hubiera cumplido.
Pero también sé que si todo hubiera seguido el cauce «normal» de una familia de clase media porteña, no sería la mujer que hoy soy –y que estoy tratando de construir, a pesar de mis «pantanos» y de la «mierda»–.
Por suerte la cultura en la que vivimos habilita cada vez más la emergencia de subjetividades que luchan, por ponerlo en términos que ahora mismo estoy pensando. Entonces no es tan «raro» que me anime a decir, después de casi diez años: «mi mamá fue una víctima de femicidio, yo he sido una víctima colateral, y contra esta violencia de género –sistemática– quiero hacer algo».
Porque a pesar de que la violencia hacia las mujeres continúa reproduciéndose a través de múltiples prácticas y discursos, aquí estamos nosotras, las hijas de las víctimas, las estudiantes, las mujeres que luchamos para que no nos callen ni nos sigan matando. Por eso mi voz se vuelve múltiple. Junto con mi voz –aunque tan sólo sean unas líneas en un blog– resuena hoy también la voz de mi madre, y con ésta la de cientos de mujeres que luchan a diario contra la violencia de género.
Hoy no es un cumpleaños más de María Elena Gómez (Mariela, Miss Mariela). Hoy es un cumpleaños en lucha. ¡Basta de femicidios! ¡Basta de violencia contra las mujeres!
Volviendo a la cuestión de la memoria, mi mejor homenaje a mi madre es hoy –y lo será siempre– persistir en mi lucha.